lunes, 14 de mayo de 2012

Pétalo



Vuelve a caer la tinta sobre un olvidado papel. Lo hará para volar, nadar, andar... correr y escapar de las manos del destino.
No puedo arrinconarme a la idea de condenar estos dedos a dirigir sus movimientos creando una escritura repleta de curvas de tristeza o frustración; he de lograr una fluidez cinética de la misma manera que intento conseguirla en mis pensamientos.

Pensamientos... Ideas a veces tan irreales como la propia realidad que no siempre admitimos como propias. Miedo; miedo a creer lo que creemos ver. En un mundo donde el valor de una mirada no sobrepasa al de un simple pestañeo, he de enfrentarme ya no contigo sino conmigo misma para salir de un laberinto que, cada vez más sinuoso, me acorrala en un punto sin salida.
Contemplar el cielo siempre será un alivio; agua pasando por mi garganta...
Quizás y sólo quizás deba ser consciente del dolor antes de dibujar la felicidad en mi vida. No lo rehuyo; lo acepto, pues es lógico pensar que en la comparativa está el sentimiento.
Duele sentir el dolor cuando sabes de la existencia de la alegría; duele pero reconforta: "ella" está y sólo has de querer encontrarla para comenzar la búsqueda.

Cuando por las noches, cuerpo tendido a la luna, cierro mis ojos... ¿qué puedo ver? Oscuridad, luz, tinieblas... Ni siquiera protegiéndote de la verdad puedes escaparte de ella. Así pues, "ella" es y está. Me sé cobarde y débil para afrontar con credulidad algunas de las asignaturas del día a día. Tan sólo soñando creo ser real y, al abrir los ojos, mi mirada ha de clavarse de nuevo a lo insustancial.
Pero no me quejo.
Siendo fiel a la disciplina de lo pragmático, sabré cribar el gris que esconde el negro y el blanco que subyace en el gris. Paso a paso, mis pasos, me conducirán a la luz y al equilibrio emocional, y será entonces cuando comprenderé que lo sufrido en el camino sea probablemente el único recuerdo que me robará una sonrisa. La paradoja es una máxima en mí del mismo modo que el oxígeno al aire. Aire. Cuando no puedas respirar, valorarás cada molécula de vida que te rodee en una estampa de terrible claridad. Allí está y sin embargo... tú no lo puedes tener.

Escapemos del destino si de verdad su existencia es materia de empírico estudio y razonamiento. Huyamos de la cola y nademos; nademos en el mar, nademos en el aire y en la tierra... respiremos el agua de la tierra, el aire del mar...
Donde queden tus ilusiones perecerán tus esperanzas. Si te cansas de latir, espera. No todo está perdido aunque de tu lado ya no haya comodines. Cambia los trazos de tu cuento, reinvéntate cada día; sé tu creador y... alza la vista a aquel horizonte que creíste no poder alcanzar.
Si la tinta cae sobre el papel, crea emociones.
Si me miras, me creas confianza.

Cuidar es resolver problemas. Bañarse en las respuestas humanas... Conocer, entender, sentirme un ser y no una creación.

Pecaría de utópica si no fuese por la escasa relación que mantengo con la realidad. Yo vivo así. Las nubes se mueven y crean formas: un cisne, un árbol, un corazón, un pájaro. Si me centro en ver lo inmaterial de la materia, sé que mi vida girará como lo hace una pluma al contacto con una ráfaga de viento.
Quiero dejarme llevar, pero no quiero hacerlo hasta estar segura de que "eso" que me guíe, sea movimiento sin ser movido. Esa es mi búsqueda; seguirle los pies a "ella"
Y quién es ella... sino la VERDAD.

Siempre quieta y bonita. Se abría y se cerraba al Sol.
Un día, uno de ellos cayó. Se dio cuenta cuando vio desde el suelo la flor, de que coronando su cuerpo era hermoso. Creyó que, alimentando la tierra, tirado en el suelo, un pétalo ya no tendría valor... sin comprender que su belleza estaba en él y que no era consecuencia de su función.
Los demás pétalos, altos y juntos, jamás podrán entender lo que son hasta que, como él, vean la verdad desde lo más bajo de su naturaleza: la raíz del destino.



Natalia G. Raimbault ©

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