viernes, 25 de mayo de 2012

Es vivir

Ángeles en costureras. Hilos musicales; arpas en el aire. Puertas que abren la tierra al cielo y el cielo a la tierra. Nacer y morir. Soñar y despertar; vivir la vida. Telones en forma de escenario (actores y actrices). Tramas, guiones, nudos, desenlaces, problemas, soluciones, estrés, drama, amor, miedo, ilusión, pasión, costumbre, pasadizos, odios, miserias. Creatividad.
Ojos vidriosos y maquillaje que se cuartea (el paso del tiempo, diálogos, pensamientos e ideas). ¿Es vivir? Es vivir.
Las notas dibujan la melodía en el aire; pentagramas, pájaros posados.
Lo tienes, pero...
... se va.


Natalia G. Raimbault ©

miércoles, 16 de mayo de 2012

Jugando a andar; aprendiendo a no caer

Par o impar. Blanco o negro. Alto o bajo. Bueno o malo... Tonto o inteligente... ¿Qué sucede? 
La capacidad racional del ser humano gusta de clasificar los hechos que conforman su vida, LA VIDA, en categorías radicalmente opuestas.
Entre 2 y 3, no hay nada. El gris no existe
. O se es alto, o se es bajo; fuera el mediano... Podrás ser un santo o un diablo; así como avispado o lelo... Como si de una cuerda se tratase, agarramos los extremos sin darnos cuenta de lo inmensa que puede ser la longitud que los une. Hay un abanico de posibilidades extensísimo entre una opción y su opuesta.
A nuestra especie parece no interesarle crear carpetas dentro de otros archivos... ¿Demasiada información? Sí. Nos gusta lo sencillo. Lo rápido. Lo accesible; sin atender a su valencia.

Muchos de nuestros problemas proceden precisamente de esa distorsionada capacidad o tendencia, mejor dicho, de sintetizar.
No nos damos cuenta de que en todo, hay siempre un punto medio que reúne lo virtuoso de cada extremo. ¿Cuántos nudos puedes hacer en un lazo antes de acabar en los extremos? Todos esos son posibilidades que están ahí PARA TI; ofreciéndote alternativas que sólo tu capacidad selectiva enfrentada a la situación que vives, puede elegir. Hay tantas tonalidades dentro de un mismo color...
No es nada bueno ser radical. Serlo significa apartar la vista a un lado sólo porque lo que tienes delante te gusta más. ¿Qué tontería es esa? No te dejes deslumbrar por las preferencias y deja siempre un ápice aunque sea pequeño de tu atención, hacia lo que tienes apartado en un rincón.
 Son muchas las situaciones en las que solemos mostrarnos extremistas, pero hay una muy importante que deja ver hasta qué punto somos seres influenciables o autónomos de mente.
¿Ser humilde o presuntuoso?

Muchos se dejan llevar por el dicho "tanto tienes, tanto eres", incrementando o menguando con eso su autoestima y autoconcepto.
Estos dos factores son primordiales para tu visión humilde o altiva de la vida. Si te crees más que los demás, quizás sea para convencerte a ti mismo de que eres IGUAL que todos; con los mismos errores y los mismos defectos; si te crees menos, acabarás dándote cuenta de que nuevamente eres igual que todos: mismos aciertos, mismas virtudes...
El problema radica en la incomprensión de la extensión de la cuerda.
Te aferras a un extremo y a ver quién es el superhombre que logra soltarte... Nuestra fuerza de voluntad crece cuando creemos firmemente en algo, sea cierto o no.
Qué os digo... ¿no seáis presuntuosos? ¿No pequéis de demasiada humildad? No; nada de eso. Hay que llevar siempre una pizquita de sal y otra de azúcar... porque no todos los platos (no todas las situaciones, entiéndase la metáfora) son salados o son dulces. Aprende a ser decoroso. Aprende a actuar siempre en el marco del momento; no te salgas de él. No puedes ir por ahí presumiendo de todo, pero tampoco has de dejarte pisar... Observa y "ataca". No esperes a ver el negro para decir que lo es; empieza a intuirlo cuando el blanco se torne grisáceo...

Es el amor propio que te tengas el que hablará por ti. Recuerda siempre quién eres. No eres un DNI, no eres un nombre y unos apellidos, no eres un hijo, hermano o padre... eres .
Tus recuerdos, tus circunstancias, vivencias, emociones, deseos, sueños... ése eres tú.
Aprende a quererte por lo que eres y no por lo que tienes o dejas de tener. Si un comentario negativo hacia tu persona enciende la mecha de tu respuesta presuntuosa y prepotente, será que necesitas defenderte no de "ése" sino de ti mismo.
Si una persona es consciente de lo que es y de lo que no, que le digan una de las dos cosas no será nada nuevo; ya lo habrás interiorizado.
Es como si a mí me dijeran: "Tienes los ojos castaños". Yo diría: "¿Y? Obvio, ya lo sé..." Y se cierra el tema.
Ahora, si a mí me dicen eso y yo contesto: "Qué quieres decir con eso... ¿Qué tener los ojos claros es mejor?" Encenderé esa mecha y para defenderme de mis prejuicios seguiré con: "Pues los ojos castaños son mucho más bonitos..." Y mi prepotencia me conducirá a la discusión...
 Sé tú. Sé HUMILDE. Sé íntegro a la vez... No te dejes pisar, pero no pises tú para evitarlo.
Para qué sirve ir por la vida de lo que no se es si al final todo se sabe...
No vayas de guapo/a porque para gustos están los colores, y puede que a alguien le parezcas feo/a. No vayas de feo y te acomplejes tampoco, porque de nuevo, la belleza está en los ojos del que mira.
En definitiva, no agarres un extremo y pierdas de vista toda la cuerda, porque es en ella donde encontrarás las respuestas que tu ego necesita para ser apto en este tan poco divertido juego que es la vida...
Los juegos en los que el factor suerte es tan importante, no son nada emocionantes de jugar... Es por eso por lo que debemos ser naturales, porque la estrategia, en este juego, no tiene cabida.
Meditar lo que se es, es ser lo que se piensa...



Natalia G. Raimbault ©

Esclava de mí



Corres el riesgo de convertirte en eso que odias; en aquello que pretendes desterrar de tu vida y, si eres generoso, de la de los demás.
La vulnerabilidad viene del poder, de la fuerza, de tu oponente. Tú también lo eres o crees serlo, pero aunque vuestros poderíos sean semejantes, corres riesgo. Lo corréis ambos.
Tú el que odia; aquello lo odiado. Aquello que odia; tú el odiado también. Os miráis, os analizáis y... la palidez cubre nuestros rostros cuando vemos en nosotros lo que detestábamos en... ellos.
Maldita sea, te ha hecho esclavo de su odio y teniente insoportable de tuyo.

Se suele decir que quien juega con fuego acaba quemándose. Yo me decanto por la posibilidad de que acabes quemando como él mismo...
Cuidado contra lo que luchas: puedes acabar luchando contigo mismo.
Podríamos decir que aunque suene extraño, cuanto más luchamos, más vulnerables somos. Pones todos tus esfuerzos y capacidades en acabar con lo que te atormenta sin darte cuenta por la ceguera de tu odio de que tu tormento te sondea hasta calar tu corazón y tus más hondos sentimientos. Es como un aura que todo lo cubre; que todo lo tiñe. Intenta escapar de una brisa de aire... ¿Qué parte de tu cuerpo no ha rozado la respiración del suelo que pisas? Ninguna...

La tristeza de la impotencia te cierra la visión como si mirases por un tubo. Ya no importa lo que hay alrededor. Ya no lo ves; y como no lo ves, no lo piensas, NO TE DUELE.
Miras fijamente tu objetivo. Te centras con cautela y ¡sin miedo! Tu mente está tan obcecada que ya no temes ni al mismísimo terror. Te da igual todo. ¡Te has convertido en un ser inhumano! Aquello... que odiabas...
Y ahora, está en ti. Eres tú. Te odias A TI. ¿Cómo luchar contra uno mismo? Es una lucha ganada; conoces tus defectos, tus puntos flacos y fuertes como nadie. Sabes cuándo atacarte; sabes ganar la batalla. Pero quién gana... si ganas tú... ¡y pierdes tú!
Qué parte de ti quedará en el suelo... La mirada de impotencia que tenías entre el marco de la rabia, ahora es de un odio que lejos de consumirte, como quizás desearías, te hace más fuerte casi inevitablemente.

Haced caso a Darwin: "el fuerte se come al débil". Pero hacedme caso a mí también: "se come al débil si es, además de eso, tonto".
Con inteligencia puedes hacer de casi todo, una virtud. Si te sabes sin recursos, usa la mente. No dejes que la negatividad derrochada por tu yo bipolar (¿cuántos tenemos?) te acabe mirando desde la altura de un precipicio que tu alma no se vea capaz de trepar. Evita la caída. Evita odiarte.
¿Cómo? Dejando de odiar.

"Quien con monstruos lucha, cuide de convertirse a su vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo a una grieta profunda, ella también mira dentro de ti”. (Friedrich Nietzsche)

Si amas, es fácil que ese amor se focalice en ti y te sepas querer como eres, consiguiendo así, poquito a poco, como se han de hacer las cosas para que estén bien hechas, llegar al paraíso aunque efímero de la felicidad.
Todo lo que sientes, se refleja como en todo espejo, pero en la gente. Entiéndelo, si te muestras débil, o fuerte o lo que sea, te verán como tal y aunque no lo seas, te lo harán sentir.
¡Te conseguirá engañar tu propia máscara! Caerás en tu propia trampa. Débil, fuerte, optimista, pesimista... Seas lo que seas: muéstrate. Sé tú; porque cuando el antifaz es reflejado, tus ojos sólo ven los bodes, ya no ven tu mirada. El reflejo es grande; cada ser humano forma una pequeña porción del mismo.

Lucha pero no te ciegues en el odio. Hazlo por ti. Por tu yo debilitado por el dolor que te hizo odiar. Ayúdate a ser feliz, evitando que otros sufran; aunque creas que... lo merecen. Quién es digno de diagnosticar la maldad de nadie... Quién; si todos somos igual de "ying" que de "yang".
Somos influenciables cuando dejamos de sentir objetivamente. Todo lo que desprendes, se acabará guiando hacia ti transformándote y matándote por dentro si es que es negativo.
Ya que la regla es esta... ¿Por qué no dejar sólo que irradie de nuestra vitalidad aquello que nos hace sonreír? Al fin y al cabo... se te devolverá el favor.
Haz el bien y serás bueno; y no porque lo hagas meramente, sino porque tus actos harán de ti un virtuoso de lo correcto.

Cuánto tiempo hay que mirar al cielo para entender que es azul...


Natalia G. Raimbault ©

Si pudiese hablarte...



Creer en algo sin verlo realmente es tener miedo a la vida. Los sentimientos deberían poder compartirse y ser vividos por todos con la misma objetividad, ya que de esa manera desaparecería el miedo a lo que crees que es pero que podría no serlo...
La lucha por la vida es la lucha contra el sentir sin vivencias experimentales.
Vivir... vivir es ver lo que crees.

La vida eres tú. Es uno mismo. Sus circunstancias, su estado, su forma, su materia, su no materia... Todo el proceso del que uno forma parte, es la vida.
 Y qué te diría a ti, a ese proceso del que formo parte... A ti, que me permites etiquetarme de "viva" cuando ando tus caminos... A la vida... ¿Qué podría decirle?
Si mis palabras pudiesen oírse más allá de las barreras de la existencia; te diría...
Odia mis defectos. Ama mis virtudes. Ayúdame cuando esté sola y déjame sola para ayudar.
Necesito respuestas y no sé dónde están.
Mis preguntas me atormentan. La felicidad es un sueño. Hay que estar dormido para verla. Cuán triste es la felicidad que parece tan real... así son los sueños.
Las imágenes oníricas de tus deseos. Abres los ojos y ves el dolor y la miseria incluso en el amor. Todo parece oscuro. Negro. Pero sólo es la sombra de tu odio... El reflejo de tu pesar afligido por la gran ignorancia que te somete.
Un sueño eres...
Nacer, desarrollarse y morir. Es todo irreal.
Que mis palabras nunca logren expresar un "te quiero" porque no será real. Que mis sueños... no se cumplan, porque tampoco lo serán. Y si mi alma quiere huir de su prisión, que huya.

La soledad me acompaña con su existencia ausente. Ojala nunca odie más que al odio mismo...
No necesito pedir al destino que cambie el argumento de mi obra. No sería real...
Prefiero soñar. Saber de la irrealidad y verla; sentirla y hacerla verdadera, como verdadera es mi soledad en su seno. Estoy sola... Me acompaña la soledad en tu camino.

La vida... Qué cosas tiene ¿no? Unas veces preciosa, otras miserable como sólo ella saber serlo.
Cómo juegas con nosotros. No sé si nos quieres poco... o es que nos amas demasiado.
¿Y nosotros? ¿Te queremos?
Si me contestaras mis preguntas... quizás creería en ti. Pero, por qué he de ser yo quien tenga fe en ti... ¿En qué crees tú? Puede que tengas fe en nosotros y por eso nos pongas pruebas... Sí, eso es. Pruebas en el camino. Eres muy exigente... No me quejo, me gusta. Tú pones las reglas y nosotros el interés; quienes no tengan ganas de jugar, que no entorpezcan a los que sí.
Pequeñas trampas pero mortales...

Dime una cosa: ¿En qué punto del camino la felicidad le pasa el relevo a la tristeza?
Hasta cuándo andará la tristeza sola, sin buscar la felicidad, que espera su turno con impaciencia infante... Para ser feliz sólo hay que desviar la amargura siempre por atajos que le impidan permanecer por mucho tiempo a sus anchas.
El dolor que se aloje en los recuerdos, se debe encerrar bajo una llave después perdida. ¿De qué servirá abrir esa puerta? Si la vida es tan corta, al menos vivámosla con una sonrisa, que del humor, ya se ríe la seriedad.

Estás loca. En tus venas corren tantos sentimientos que tu corazón ya no sabe qué repartir en ti...
Te diré una última cosa.
La fortuna. La única porción del tiempo que se atreve a desafiar a la muerte... Ella me escucha cuando tú no lo haces.
Sólo soy un objeto en una partida sin límites pero con final. La felicidad, el odio, el dolor, la muerte, la vida, TÚ, el deseo, el terror, la necesidad, la razón, la ilusión, el enfado, la pertenencia... Todos ellos, y muchos más, juegan conmigo; con nosotros. Cruelmente, sí. Porque eligen. Te observan. Apuntan. Y... disparan.
Nuestro estado anímico siempre fue y será cambiante. Al igual que las piezas de una ajedrez que no dejan de cambiar de posición; unas con rapidez, otras, con parsimonia.
Si te dejan jugar, tienes que aceptar las reglas y cumplirlas. Vida, yo las cumplo... Me escapo de mí misma cuando pretendo no hacerlo.
Me buscaré un rincón lejos de ti. Porque me haces feliz. Demasiado feliz... Temo, me horroriza, que te gires, te vayas, no me mires más y deje de sentirme así. Y lo temo tanto, que... prefiero renunciar a ti.

Tus caminos son muy amplios, ¿sabes? No me hará falta salir de ninguno para encontrar mi espacio.
Pero no quiero despedirme de ti; déjame vivir en la inconsciencia y así ser feliz en el momento que dures tú, VIDA.
Permíteme que duerma... y hazme despertar cuando ni en sueños, la felicidad pueda rozar.


Natalia G. Raimbault ©


martes, 15 de mayo de 2012

Costumbres del corazón



Sacar los trapos sucios es feo, pero guardarse la información, el conocimiento del hecho o el saber, es doloroso. 
Evidenciar a una persona te hace superior durante el mismo porcentaje de tiempo que a esa persona vulnerable... a ti. No me gusta, detesto, sentirme (ser) engañada. Como todos, supongo que esperamos siempre que nos den aquello que ofrecemos, teniendo en cuenta o suponiendo que la virtud de la sinceridad ocupe un hueco en nuestro ser. 
Podría humillar. Transgredir. Hundir cuando SÉ... ¿Pero de qué sirve eso? Daría a entender al vulnerable mi saber, pero no soporto la idea de ver un rostro sonrojado intentando explicarse con palabras entrecortadas saliendo de un cuerpo de repente frío y rígido.
Eso, lo siento mucho, pero es ser cruel. Odio hacer sentir mal a alguien; no me gusta sentirlo yo, y por eso me compadezco y dejo hablar a la siempre cuerda empatía. La mutualidad es un nexo ciego.

Uno lanza un anzuelo y el oto no sabe que ha picado. La unión está establecida, pero uno juega con ventaja. Uno posee algo. Posee el nexo. Posee el conocimiento que el otro desconoce que tiene. Puede encararle y salir de sus dudas, pero de qué le servirá saber algo cuando ese "algo" se le ha sido ocultado... Es como redimir la falta y pasarla aun segundo plato. No. No es tan fácil. Lo ideal es no mentir. No ser engañado. Pero cuando ya has sido víctima de un ocultismo, ¿para qué hacer saber que lo sabes? Realmente es cierto que hacerlo te hace brillar por tu astucia, indagación y saber; te convierte en un sujeto de miras a la hora de volver a ser subestimado. Previene al que ahora es vulnerable a ti. Te plantas y das a entender que no estás ciega... A veces la mudez se confunde con la ceguera.
Tú puedes verlo TODO. Saberlo TODO y no desconocer NADA; pero callarte... ¿sabes?

Si callas, a partir de entonces vives con ello dentro, y ello, vive latente en ti. No se pueden guardar las cosas porque lógicamente en cierto fragmento de tiempo, saldrán a la luz. Es como los castigos: no puedes castigar a un niño de algo que hizo días atrás; has de hacerlo en el momento de la falta o no asociará tu comportamiento a su conducta fallida.
Sacar los trapos sucios en el futuro, no arregla tu presente.
Habla las cosas en el momento preciso
 y arreglarás tu futuro empezando en el presente. Si temes el dolor ajeno que puedas causar al poner en evidencia a alguien, hazte el favor de salir por un instante de  tu cuerpo y verte A TI desde fuera. ¿Quién es el sufridor sino tú, que sabes sin poder comunicar porque tu empatía te empuja hacia atrás cuando intentas avanzar hacia la VERDAD OCULTA.

Entendedlo...
No existe fuego como la pasión; no existe miseria como el odio: males como los elementos que constituyen la existencia; felicidad... superior a la serenidad.
No hagáis a nada objeto de vuestro cariño, pues la pérdida de lo que se ama, es dolorosa. No hay lazos para aquellos para los que nada es objeto de amor o, antipatía.
Os digo eso, creyendo que es lo mejor, y sin embargo... ¿quién puede hacerlo? Saber la verdad y no usarla... Quizás eso sea la locura más racional. Bonita locura, no obstante.

El cariño, la empatía, la mutualidad, te obligan a ponerte, tu mism@, la venda en los ojos más difícil de atar y apretar: la venda hacia... la desconfianza.
Qué hacer, si son costumbres del corazón.



Natalia G. Raimbault ©

Dueña de un sueño



Indagar en los demás no es más duro que indagar en una misma. Esto último puede ser más doliente. Te encuentras sin haberte buscado y no sabes qué desenlace tendrá el nudo de la historia de tu vida.
No lo sabes y por eso lo quieres descubrir. Unas veces merece la pena encontrar respuestas; otras, más valdría haberse quedado parada ante esa “puerta” que por alguna razón que entonces entiendes, permanecía cerrada.
Pensar cosas es fácil. Crear teorías, establecer hipótesis, ser simbiótico con lo que te rodea... No requiere mucho esfuerzo. Difícil es creerte lo que dices; convencerte de que tus pensamientos no son imágenes oníricas sino instantáneas de “algo” que verdaderamente ES y has sabido diferenciar.
Es complejo hasta la saciedad, mirarse, sondearse y estar preparado para ver lo que sentimos. Algunas emociones nacen con la facilidad de una gota de rocío en una mañana primaveral. Otras, no sólo aparecen sino que permanecen en ti fuertes como la más adherida escarcha.
Y a eso es a lo que voy.
Llora, alma mía, la tristeza que te hizo soñar en gris lo que ayer era blanco. Deja que caigan los restos de tu dolor sobre mis mejillas. Sé que estás dentro de mí y de nada sirve cegarme a tu presencia. Me odias; te odio. Tengo una vida entera y es poco para llorar tu tristeza; para ser usada cual muñeca por tus anímicos procesos de reducción al mínimo, a lo que ya tanto estoy acostumbrada. Ódiame, pero hazlo de verdad... porque yo te quiero.
Mójame de dolor. No sé si lo necesito. No soy más que el reflejo de lo que soñé ser. Me recuerdo a mí cuando era yo.
Llueven en mi alma gotitas del odio que me tengo; que me nubla la felicidad como la sombra de un árbol viejo al verde tallo inmaduro de una flor. Llueve y me moja. El odio lo empapa todo, hasta que su humedad te congela el ánimo y las fuerzas de avanzar; de seguir en un trazado que no sabes si dibujar más.
Hablan de autoestima. Amor propio. Cómo querer a mi peor y mayor enemigo... en esta existencia tan sumamente irrelevante.
Caí en un lago de realidad irreal. Lo bueno, lo malo, no son más que las orillas de una misma contingencia. La coyuntura de mi existencia, bien merece que sueñe conmigo. ¿Cómo me gustaría ser ahora que sé, que no soy nada?
Viva o no, piense o acepte, hable o calle, el juego no cesará. No parará el tren porque ya no pueda viajar, no. Parará mi trayecto, mi partida sin suerte, pero seguirá la tuya, y la de él, y la vuestra. Nadie sabrá que mis ojos dejaron de reflejar la ensoñación de la realidad. El odio ya no mojará mis mejillas; fluirá como energía sin prisas a la muerte.
No habrá cuerpo que al contacto con la pena, estremezca sus contornos. No. Ya no. Y tú no lo sabrás, porque ni siquiera yo, que me odio y me deseo, lo sabré.
Viviré en mis recuerdos y moriré en mis lagunas. Yo misma lloraré mi existencia aun cuando ni el agua me pueda mojar. El tren seguirá. El juego continuará. Un niño sonreiría y una flor, quizás nazca. Pero yo no lo veré.
No podré sentirlo; jamás mi mente tendrá un recuerdo de lo que nunca pudo ver. La imaginación muere con la esperaza. La esperanza... con la ilusión.
El odio invade el más insondable circuito vital. La alegría, la felicidad... ¿qué son? Engaños de un espíritu soñador que te dejaba ver la luz para después hacerte temer la oscuridad. Eso es el bien: el hermano pequeño del mal. Dos orillas. Dos mundos. Una sola realidad.
Mi amor propio no ha muerto, pues nunca pudo nacer. Su concepción fue interrumpida por el zumo exprimido de nubes de rencor y envidias maliciosas. Qué me queda en esta vida... Miles de senderos para acabar todos, en una misma fosa.
Sacrificios, penas, alegrías disfrazadas, ¿para qué? Caerán en el olvido vital del inmenso caos. El desorden llama al desorden. No habrá recuerdos. Ya no viviré más. Mis vivencias serán motitas de lluvia que se secarán con la salida del Sol. Un nuevo Sol para ti, que estás vivo.
Cuando seas la sombra de tu presencia, ahora sí, mira hacia atrás. Delante ya no hay nada que ver. Es tiempo de contemplar el dibujo de tus pasos sobre ese suelo accidentado.
¿Ves el río? Lo marcaste tú. Tu vida. El agua se seca, pero queda su cauce. Es surco es tu recuerdo. Acuérdate de cuando vivías. Te acabarás dando cuenta al final, de que era lo más parecido a morir. Ahora que eres sin estar... regálate amor. ¿Autoestima? Sí; ámate; que no te haga sufrir el anhelo de lo que nunca fuiste ni tuviste. Todo fue ilusorio, como lo es ahora. Una mentira de galardón que te hizo, nos hizo, andar sin zapatos a pesar de notar bajo nuestros pies un espinoso suelo. Las vendas ciegan. Así es tu enemigo.
Así... eres tú.


Natalia G. Raimbault ©


lunes, 14 de mayo de 2012

Pleno vacío



Nuestra mente no se complica demasiado la vida a la hora de clasificar lo que procesa. El azul es un color, el Sol es una estrella y yo soy... yo. Cada concepto en un "cajón"; así nuestra conciencia pensante se frota las manos orgullosa mientras ve el trabajo bien hecho.
¿Bien hecho? Vamos a ver... ¿y si le digo a mi mente... que me diga... qué es la nada? Que me la saque de uno de esos cajoncitos; ¿qué cajón será? A cuál recurrirás ahora, querida amiga.

¿Qué es la nada? Todos podemos hacernos una idea abstracta al respecto: es la ausencia de esencia, sustancia, materia, existencia... La nada es un claro ejemplo del principio de identidad; es sólo igual a sí misma.
Dicho así, entenderíamos que explicar la nada tendría que ser mucho más fácil que explicar el "algo", ¿no? Si es así, ¿por qué hay algo y no hay nada?
Antes de que el humo salga de nuestras cabezas a una presión y volumen desconcertantes, pensemos en si realmente, para empezar, se puede hablar de algo que no es; es más, si hay algo, cualquier cosa, que no exista.

Si en algo se han ocupado la mayor proporción de filósofos a lo largo del tiempo, sobre todo los occidentales, es en buscar el sentido de la realidad; un principio común en todas las cosas que las haga partícipes de una misma contingencia.
Los presocráticos, hablaban del "arkhé" para designar un origen común a todo. Pretendían comprender qué sería aquel concepto... Parménides, por ejemplo, empezó a elucubrar sobre la posibilidad de estar jugando con un mundo bifacial, hablando de dos únicos caminos interrelacionados pero independientes: la vía de la verdad, de lo que ES, y la vía de la opinión, o sea, de lo que CREEMOS que es... pero que podría no ser. Desde luego, empezaba a ponerse interesante el asunto, no me digáis que no.
Un discípulo de este hombre, Zenón, llegó a una conclusión muy interesante: acerca del mundo que conocemos, nuestra realidad, sólo podemos tener opinión, porque en el momento que intentamos explicarlo con las leyes de la lógica y/o matemáticas (eso que tan poco me gusta, la verdad), entramos en el frustrante mundo de la paradoja.
Apareció entonces el gran Sócrates hablando ya no de qué era el "ser", sino de cuál era la esencia de las cosas; aquello que hace que una cosa, sea lo que es. Para él, la esencia de las cosas residiría en una “superdefinición” universal, válida para absolutamente todos los objetos de nuestra razón y, además, eterna.
Cuando tales ideas parecían haber llegado a unos límites fuera de la comprensión humana, llega Platón y dice que, en resumidas cuentas, nos dejemos de una vez de tonterías y nos fijemos en ese otro mundo suprasensible contenedor de la verdad, objeto del cual vemos la sombra creando la opinión transfigurada de la verdadera realidad.


Si por no ver, no crees... ¿en qué crees?

Así podríamos seguir durante mucho tiempo. La filosofía necesita saber cuál es el objeto inamovible que lo mueve todo; y no sólo eso, sino de dónde proviene esa "fuerza oscura" que mueve sin mover...
Echando la vista atrás para intentar entender lo que mirando delante de mí, no comprendo, me asalta una pregunta a partir de la cual, he llegado a una conclusión que ojala fuese sólo paradójica...
¿Existe la no existencia? ¿Existe la nada? ¿Es posible la presencia de la no- esencia?
La nada... ese vacío sin luz, sin tiempo, espacio, lugar, nombre o color... ¿es real?

Muchos dirán que sí, por supuesto, en contraposición al "algo". Y yo ahora os pregunto, ¿acaso podríamos hablar de algo si no fuese real?
En el preciso instante en que cada uno de nosotros intentamos hacer una simple definición de la nada, sin darnos cuenta, nos estamos alejando de aquello que pretendemos describir; cuando hablas de algo, cuando lo piensas, esa "cosa", es REAL.
Por lo tanto, siento mucho deciros que la NADA, tal y como la entendemos, no existe. Existe el concepto, pero no es real. No puede serlo. La nada es algo. Todo es algo. Todo tiene su esencia, por lo que todo, absolutamente todo, es real.
Aquellas ideas abstractas como la felicidad, la alegría o el odio, son reales a pesar de no ser tangibles. Si creyeses en un vacío (en esa nada), tú mismo te estarías percatando de que ese "hueco" ES, existe, y por lo tanto, si existe, ¿cómo puede ser nada? Es fácil de entender.

Aquel principio o esencia que tanto han anhelado encontrar cientos de filósofos a lo largo de la historia, es una causa común que sea cual sea, hay que buscar en la realidad y no en la ausencia de la misma (ya que... no es posible).
Si una persona con mil problemas, se siente a pesar de ello, por su manera de ser, de actuar, feliz, ¿no lo es? Su estado es real, no un proceso engañador de su mente. Creo que debemos dejar de separar de una vez la mente del cuerpo (lo inmaterial de lo mutable) para darnos cuenta de la relación que hay entre ellas; percatarnos de ese lazo por el que discurren las divagaciones humanas siempre encaminadas a saber, embaladas por la velocidad de la curiosidad sin mirar siquiera las puertas a los lados que nos vamos saltando a pesar de lo significativas que pueden llegar a ser.

La nada es; la nada no existe.
Siempre hay algo. Qué pasa cuando alguien muere, ¿pensáis que ya no es nada? Error. Puede que su cuerpo cierto día no sea más que la sombra gris de una vida convertida en polvo y sin nombre, y que, en cierto momento, nadie se acuerde de él/ella volviendo así a morir, pero... ¿y qué sucede con su energía? La energía no se destruye jamás. Es eterna como sólo la eternidad, con su principio de identidad, puede serlo. Aunque desapareciese nuestra especie, la Tierra, el Universo, TODO, la energía nunca lo haría. Cómo si no se originó el big bang... Todo es. El movimiento lo justifica. La búsqueda de la verdad es la verdad en su potencia.

El problema de la mente humana siempre ha surgido de ese afán por archivar conceptos sin interrelacionarlos entre sí. Si pensamos en "algo", lo hacemos como algo material, que podemos percibir con los sentidos. Pero los sentidos son herramientas de un cuerpo; un cuerpo que es ante todo físico.
Los pensamientos de las personas no son menos reales que sus órganos pensantes.

Mi mente nunca sabrá decirme lo que es la nada porque en ningún cajón del raciocinio espiritual, puede caber la idea del ser y no ser, todo en uno. Si existiese, no podríamos saber nunca de su existencia.
En el agujero de lo real... no cabe la NADA...



Natalia G. Raimbault ©

Juguete



Esos objetos que llevan la palabra "evasión" tatuados con tintes de felicidad...
Pequeños sueños tangibles que te ayudan a crecer disfrutando y sonriendo. Siendo venturosos.
Un día cualquiera, te despiertas y tu juguete favorito, el que con más lazos de complicidad te movía a saltar y reír, ya no está.
Se rompió, se perdió, se lo llevaron... qué importa ya. No vuelves a sentir la felicidad de igual manera. Lo echas de menos; era parte de ti, de tu vida. Sonreír... nunca será lo mismo. Era tu juguete.

Ese pequeño sueño que bañaba de ilusión tu efímera infancia. La evasión que tanto amaba tu racionalidad; ahora materia ausente que guarda tu recuerdo. Recuerdos...

Quién no querría ser juguete. Yo quiero ser juguete. Hacer feliz a quien te rodee tan sólo con el mero acto de tu simple presencia y aliviar las penas de su lado oscuro, que todo lo quiere teñir. Si mi falta, mi ausencia, fuese génesis de una sola tristeza, nunca podría desaparecer mi "alma" realmente. No podría sencillamente... morir. No; no si esto le hiciese a alguien sufrir... Velaría por mi vida si te hiciese a ti, a él o a quien sea, sonreír por verme junto a ti.
A mi cuerpo, pobre esclavo explotado de la biología mental, no le puedo pedir la eternidad que ni una flor, siendo tan dulcemente hermosa, posee. Cuando el alma llora, quema uniones con su contenedor estético. Un día vuela, y... tu materia en no materia se convierte quizás con la única pretensión de encontrar a quien tantos años ocupó su interior; encontrarte a ti, a tu energía.
Desaparecerá el cuerpo cuando la sustancia escape, antes de lo que tarda en desarrollarse y crecer un niño. Muerte por vida. Vida por muerte.

Si alguien llorase por mí...
El juguete se pierde, se va. Cambiará, se irá de tu lado, pero seguirá vivo... Moriré, cual juguete y me cortarán los lazos que me unen a quienes disfrutan con mi presencia, pero seguiré... viva. Viva en los recuerdos. Dos veces ha de morir una persona, siendo la primera el descanso bañado en tierra, y la posterior, tu ausencia en el recuerdo de nadie. Cuando muere el recuerdo, morimos todos.
Porque nadie te echa de menos, nadie piensa en ti, nadie mira una foto con lágrimas luchando por no caer, nadie... nadie siente nada por ti. Eso es el olvido. Esa es la muerte.

Aquel juguete que perdiste te sigue permitiendo jugar en tu imaginación. Qué es la fantasía sino el comodín de la mente para no caer en los continuos dolores del cuerpo...
Quizás ya no lo puedas tocar o mirar, pero sí sentir en tus sueños; en la tregua del alma, bandera blanca al éxtasis suprasensible...
En tus sueños vivirá, hasta que dejes de soñar.
Y yo quiero ser un juguete, para que tu risa provoque mi alegría y mi felicidad sea el color del que te enamores.
Usadme, soy toda vuestra. Soy del mundo, de la tierra que piso y el aire que respiro. Estoy por ti, por él, por ella, por vosotros... Jugad conmigo y sacad de mí hasta la última de mis esencias. Tiradme, rompedme, cambiadme de sitio, de forma, de apariencia, de dueño... Pero dejadme seguir viviendo en sueños cuando no me encontréis cierto día cualquiera, y una sola lágrima refleje la luz de unos ojos que no me dejen partir... NUNCA.



Natalia G. Raimbault ©

Pies de arena


Cuando no sepas qué camino elegir, cuál será el verdadero que te conducirá a tu deseado destino, escoge el más duro, pedregoso y angosto; por el camino fácil, sólo lograrás dar vueltas en círculo sin sentido ni final. Opta por el mérito y despójate de aquellas medallas inmerecederas que lo único que te aportan es la carga de su peso en... tu conciencia.
Lo que fácil llega, fácil parte. Es su naturaleza, su destino. Vivir tiene que ser más que un sendero con luces, peajes, señales y puestos de control. No, no es tan fácil.
Es una senda mucho más dura.
Vas solo en todo momento sorteando los peligros a los cuales no sabemos adaptarnos; la seña de nuestra inteligencia se queda en esas 12 letras...

Pensándolo bien, vivir es más difícil que morir. Es un proceso largo y continuado cuya contingencia es la ruleta que mueve y moverá tu existencia perecedera.
Te meten en un laberinto con el plano hacia la meta (juego fácil). Todos llegaremos tarde o temprano, y es cuestión de inteligencia o quizás de perspicacia, el que llegues prematuro a tu destino.
Lee el mapa. Cógelo e interprétalo. Suele pasar que quienes no entienden el sentido de sus trazos (las vías de su existencia vital), viven más tiempo por la inercia de la búsqueda laberíntica. Pasos sin prisa pero agitados, que buscan el camino donde sólo hay hierbas muertas con aire de superioridad fingida.
Su inocencia les hace casi invencibles por un período de tiempo que, al fin y al cabo, es toda su vida. El reloj del que disponen sin saberlo pero sin ignorarlo del todo.
Aquellos "listos" que pronto creen saber cual es el fin, que han creído saber interpretar ese plano imaginario, lejos de usar su hallazgo para alejarse de esa meta necrótica (al fin y al cabo, la muerte no es más que el culmen de toda vida), se acercan inexorablemente sin darse cuenta de su letal error. ¿Error?


Es bonito pasear, columpiarse en los brazos de las sensaciones, experimentar, sentir... Es precioso. Abres los ojos tempranamente y la claridad parece invitarte a su descubrimiento. Andar es subsistir; sobrevivir es lo correcto, la vida es sólo un pseudónimo feliz.

La muerte, oscura percepción del dolor, queda delegada en el último rincón de nuestras mentes asustadizas e inmaduras. Temes la muerte porque crees en tu cuerpo más que en ti. Y tú qué eres... alma andante que sin poder tocarte haces sentir el más profundo estremecimiento en la sensibilidad del roce...
¿Por qué es un error conducir tus pasos al final una vez has interpretado la verdad del... "mapa"? Por qué jugar a un juego que... no te entretiene. Por qué.
Juzgamos como atroz la fuerza mental sobre la humana como juzgamos al que vive feliz en la ignorancia de su pena.

Es un error esperar. Quedarse quieto y mirar asustado a los lados, temiendo lo que en realidad, deseas. Lucha por lo que crees; si crees en la vida, en los pasos sin rumbo y crees poder sacar esencia de tu visita terrenal, hazlo. Si deseas no temer, no creer en el miedo, y simplemente dejarte caer en el regazo de la Naturaleza, hazlo también.
Pero no te quedes parado mirando tus brazos y pensando que estos son extensiones de tu vitalidad, porque no lo son. ¿Se acaba el olor cuando termina el perfume?

Así somos los humanos; creyentes de nuestra vista más que de nuestra mente. Un día la luz se apagará, y nos sentiremos tan perdidos, que creeremos haber muerto cuando ni aún... habremos nacido.





Natalia G. Raimbault ©

Llegó tu otoño

Dónde está la fuerza de los valientes. Cuándo la perdí... Cómo puedo pretender volar si me atan al suelo las raíces de la realidad...
Me calmo; intento respirar. "Qué tonterías piensas"- me digo. Tonterías... Pero son mis tonterías, mis cosas extrañas que nadie quiere entender. Ni siquiera yo.
Me pongo a pensar a veces en lo que hago, en si lo verdaderamente real son mis momentos de calma o normalidad por así decirlo o sí, por el contrario, mis estados de pesimismo son la puerta a la verdad que si bien no quiero ver, tampoco quiero oír. No lo sé, a decir verdad. No sé quién soy porque no conozco bien mi comportamiento.
Un día me levanto con la seguridad de una hoja que se sabe sujeta a su rama, y otro, lloro al aceptar las consecuencias de mi otoño. Me derrumbo como una montaña de arena seca. Intento reconstruirme granito a granito y mientras lo hago me creo en calma. Esa es mi tranquilidad; mi constante ardua reconstrucción. Triste pensamiento y buena imagen la que finalmente consigo dar a quienes me ven. O me oyen.
Cuando al fin me vuelvo a elevar del suelo, la brisa de una nueva pena me descompone como un trozo de fino cristal que cae desde lo más alto... Añicos; añicos de mí, de lo que sea que soy o creo ser.

¿Dónde estás?, me pregunto. La rutina es el peor marco para una obra que quiere respirar sola. Coger aire es tan complicado cuando constantemente has de sortear los miedos... Miedos y confusiones.
Recuerdo una vez cuando era pequeña, jugando una de esas tantas veces al escondite con mis hermanas, que tuve que esconderme en un sitio altamente nocivo para mi supervivencia en ese juego... Me pillarán enseguida, pensaba yo. Sin embargo, tuve que salir y delatarme yo misma porque el juego había terminado y ninguna me encontraba...
Algo así es lo que siento ahora. Estoy metida en este espacio material que tanto se preocupa, temiendo ser despojada de él en cualquier ¿mal? momento. No obstante, la "mano negra" (como suelen llamarla los ancianos) no me encuentra. Y yo sigo vagando con el rumbo de la perdición mental.
Estoy tan bien escondida dentro de mí, que ni yo me encuentro. Y me echo de menos...

El TIC TAC angustioso del reloj me pestañea a cada segundo como con... mirada prepotente. Prepotente pero con atracción mutua... Me odia y yo le odio (el tiempo es mi segundo enemigo) pero no me quiere dejar de ver por otro lado; y en el fondo... yo tampoco. Es aburrido mirar al cielo y ver siempre la misma luz, el mismo color, el mismo Sol y las mismas nubes; pero si no lo viera más... lo echaría de menos.
Qué clase de empatía es esta que tan destructiva me está resultando. Quiero odiar. Sí, quiero hacerlo. Quiero odiar el rumbo de estos pasos que veo tras de mí porque no me gustan nada de nada. Nadie quiere seguirlos, seguirme, así que será que ando errante en mi asqueroso día a día.
¡Maldito reloj!

Si supierais el miedo que me tengo... Soy como dos personas en un mismo ser. Una mente poderosa y un cuerpo débil. Mi mente me controla, como es lógico, y guía mis pasos por donde a ella se le antoja viajar. De repente me encuentro frente al pasaje de la alegría que me adentro por el pozo de la amargura. ¿Quién iba a querer seguir a tan tortuosa persona?
Arrancaría cada uno de los lazos de acero que me atan a mis pensamientos. Todos. Porque ya no puedo más con esta ansiedad... ya no puedo... No quiero poder.
Así es que mis pies se paran aquí mismo, en este sendero que como todos, no iba a llevarme a ninguna parte. A mi alrededor no veo nada especialmente significativo. Veo las puertas que siempre he visto y la sombra que siempre me ha querido esconder dios sabe por qué de "ella".
Yo me quedo aquí. Ya no ando más; estoy cansada. Ahora el reloj parece mirarme más con tristeza que con soberbia. Resultó ser tan buen actor como yo actriz creí serme... Curioso.

Si aquel día jugando al escondite no hubiese salido, nunca me hubiesen encontrado a pesar de lo expuesta a sus vistas que estaba. Puede que si me quedo aquí quieta, viéndolas venir, mi mente se aburra de mí y al intentar escapar sea encontrada por la "mano negra" que al fin se la lleve lejos, muy lejos de mí; aunque yo desde ese preciso instante quede latente como una flor que inspira pero que no siente.
Triste sería mi vida (si es que es esto de verdad) desde ese momento, pero triste lo es ahora también. Qué elegir... Dolor, pena, incomprensión, soledad, promesas, o... nada.
Me habréis oído decir (leído, mejor dicho) muchas veces, que vivir es sentir. Por regla de tres, si no sientes... es que esa mano oscura te ha encontrado ya. Si mi mente quiere sentir pero mi cuerpo no... ¿Qué clase de término medio voy a encontrar que me deje ser lo que soy en paz? ¿Qué soy, por cierto?

Qué tortura tener tantos interrogantes lanzados al vacío. Qué tortura escucharme a mí misma repitiendo preguntas al aire como si alguien o algo me fuese a contestar y ya de paso, a secar esas inútiles lágrimas que juegan con mis ojos.
Llorar siempre ha sido la humillación regalada al cuerpo afectuosamente y con cariño de parte del alma. Una señal de su poder. Hasta durmiendo se puede llorar... Qué lamentable puedo llegar a ser.
Más aún cuando pretendo escribir mis pensamientos sabiendo que nadie los va a entender.
No veis que me siento sola y perdida... Hecha un mar de dudas y delirios de libertad que nunca disfrutaré (y lo sé); un saco roto en el que meto sueños que sin saberlo, por un agujerito voy perdiendo... Una débil pluma que un día creyó ser "algo" importante en el más dulce de sus vuelos, pero que ahora reposa en el suelo, parada, quieta, muda, sin aire, en un rincón del mundo esperando a que esa sombra se aparte y al fin se acabe todo.

Ese día a todos nos llegará. El reloj se parará para ti y nunca más te volverá a mirar ni con pena ni con alegría. Tus huellas si fueron profundas quedarán aún en la tierra, si no, rápidamente desaparecerán.
Las hojas seguirán creciendo en los árboles, hasta que el otoño las haga bajar de esa nube de ilusión constante. Caerán al suelo y se secarán. Formarán parte de la tierra como lo haré yo; y el viento seguirá soplando, el cielo será el mismo de siempre, mis penas vivirán en la muerte de mis recuerdos, y mis ojos... mis ojos no volverán a mojarse con el dolor de mis estúpidos pensamientos.

Me siento sin ganas de hablar, sin ganas de comer, ni de andar. Me meto en la cama y a los 10 minutos me levanto. Doy una vuelta por la casa y me vuelvo a acostar con una nueva razón para no levantarme. Miro al techo y apago el móvil. Ya he dicho que no quiero hablar...
Fuera al parecer hace buen día, y se oye a algunos niños jugando o matando alguna lagartija, que suele resultar casi igual de divertido... Los oigo desde mi ventana.
Enciendo una barrita de incienso y me quedo como una imbécil mirando el humillo que desprende. Pienso en la diferencia tan abismal que hay entre lo que creo y lo que veo, y es entonces cuando la duda de la razón me hace escribir chorradas como esta que ni me sirven a mí, ni te sirven a ti que (no sé por qué) lo estás leyendo. Pero mira, lo hago. Supongo que temo demasiado la ausencia de mis recuerdos. También me ayuda a ignorar a ese miserable reloj...
Me paso minutos enteros mirándome las manos; no sé, no me preguntéis por qué. Será que mi cerebro y ellas dos están compinchados y empeñados en delatarme al mundo.
No sé cuánto tiempo estaré aquí metida entre estas sábanas que tanto se me enredan al cuerpo; haga lo que haga, para mí, el tiempo es eterno, e insufrible.

Y ya no ando más. Hasta aquí hemos llegado, alma misteriosa... Hasta aquí. 



Natalia G. Raimbault ©

¿Locura?


Si realmente fuésemos conscientes de lo solos que estamos en esta vida, si mirásemos hacia el cielo y viésemos todo lo que en verdad nos rodea... si la vida fuese un sueño, me paralizaría el miedo.
Creer es una palabra que a poco que ando, empiezo a olvidar. Antes pensaba que la felicidad era un camino y pensándolo, ya era feliz; ahora, es una meta que me espera, pero las ganas de correr no te hacen vencedor.
Hacen falta tantas cosas...
En qué podría yo creer, si apenas sé si soy. La vida se me presenta con peldaños, diferentes alturas. En la cima dicen que está Dios: ese ser omnipresente pero distante, que te quiere pero sin ayudarte, que está... sin estar. Si creyese en él, lo odiaría.
Prefiero no creer y así, no odiar. Seguir siendo como un pobre vegetal arraigado a una tierra, a unas vistas y costumbres y con deseos que aunque sabe inalcanzables, le ayudan a vivir. La resignación se convierte en la mejor medicina en estados de locura. Cuántas veces me he sentado en un parque y al mirar al cielo, he querido desaparecer; dejar de ser lo que soy, sí.

No necesito esto. Pienso demasiado, creo yo; pero son tan fuertes las ganas de descubrirme... ¿No os da miedo la idea de morir sin conoceros a vosotros mismos? Sin haber cumplido vuestros sueños, sin haber experimentado lo que deseáis, sin haber intentado por... A mí me asusta. Me... me espanta.
Qué soy, ¿un ser más? Un ser... cómo, ¿contingente? Estoy por casualidad o tenía que existir. Necesito una misión, o me perderé mientras encuentro.
La inocencia era mi balsa, me impedía caer, pero ahora que acabó por abandonarme, sólo me quedan mis fuerzas y mis intenciones de no hundirme. Bien sabe quien me conoce que soy positiva, muy positiva. Si de algo no encuentro la esencia que me haga menos infeliz, es que no existe.
A veces cuando leo las cosas que escribo me exteriorizo y contemplo la proyección de mis sentimientos. Lo que veo pocas veces lo interiorizo como propio. ¿Soy yo la que dice esto? ¿Soy yo quien cree tan poco de la vida? Pero... ¿quién soy?

Me atrapa la falta de lucidez. Cómo se puede ser feliz e infeliz a la vez. Es una locura; todo lo es. Yo, mi mente, la calle, el mundo, la vida... sólo soy capaz de escoger creyendo saber elegir, pero no me engaño: sólo soy una prolongación más de esta tierra cada vez más estéril de verdad y recuerdos. Paseo por ella como si lo quisiera hacer, sin darme cuenta de que no hay opción que valga, ni a mí ni a nadie tras respirar. Nos germinó y nos hundirá igualmente.
Qué sucederá con mis pasos dudosos cuando ya no esté para repetirlos; quién será el último que se acordará de mí y que al vestir de olvido, de nuevo me hará morir. Por qué pienso estas cosas si al fin y al cabo nada va a cambiar.


Ay, vida extraña, que me dejas seguir; cómo dueles. Qué daño haces, con intención o sin ella. Si al menos me dieses las respuestas que necesito para creer en mí... Supongo que al final, la búsqueda es el camino, y el querer encontrar es el impulso a no caer. Nunca daré con lo que busco, pero al menos lo sé y aunque no lo acepte, me sirve de zapato con el que caminar.
El ser humano es un animal de costumbres. Sabe cuándo tiene frío, cuando necesita beber, si ama o no... se crea su guión y lo interpreta como puede o en su defecto, como le permiten hacerlo. No obstante, sácale de su escenario y observa cómo llora de desesperación y terror. Aléjate de lo que crees que es verdad y asómbrate del estremecimiento que puedes llegar a sentir.
La locura es un agujero demasiado amplio para ser selectivo. Quepo yo, cabes tú; TODOS. Si no queremos caer es de suponer que con no acercarse será suficiente, pero... cómo no hacerlo si cuanto más cerca la tienes más comprendes la verdadera verdad... Cómo resistirse a dejar de ser vegetal para empezar a volar. Cómo...

Mi enemigo es el tiempo, me roba los segundos con la facilidad con la que cae una gota de agua al suelo. No es nada sutil; es insoportable ser consciente de lo que te quitan y saber que ya nunca lo volverás a tener. Lo que ahora son 19 años de vida, un día serán dos o tres imágenes en un recuerdo.
Seguiré avanzando en este túnel sin ventanas hasta que de una de sus trampas no sea capaz de escapar y tenga que abandonar el viaje. El túnel, el tren, todo seguirá allí, igual y en movimiento; mientras que unos sueños con dueño, fecha y deseo, vuelan junto a mí hacia... qué importa.
En qué pensaré cuando sea mero pensamiento; me gustaría saberlo, la verdad. No puedo creer en un final absoluto o acto puro; tampoco en la eternidad. La energía es perdurable y se mofa de no tener génesis ni juicio final. Aún no conoce los efectos del tiempo, que sabe cómo menguar su intensidad...

Todo tiene un porqué; una razón o incluso varias. Esa es la base para no perder el juicio ante las escenas que se nos van presentando diariamente. Ahora queda saber de qué manera puede accederse a cada causa y, lo que es más importante, si realmente queremos saberlo.
De qué temes más: de no ver... o de verlo todo...

Me vuelves loca, extraña vida.
Y por eso sigo aquí.
¿Hasta cuándo?
No lo sé.
Ni siquiera tú lo sabes.
Del caos no se libra ni el misterio.



Natalia G. Raimbault ©

Pétalo



Vuelve a caer la tinta sobre un olvidado papel. Lo hará para volar, nadar, andar... correr y escapar de las manos del destino.
No puedo arrinconarme a la idea de condenar estos dedos a dirigir sus movimientos creando una escritura repleta de curvas de tristeza o frustración; he de lograr una fluidez cinética de la misma manera que intento conseguirla en mis pensamientos.

Pensamientos... Ideas a veces tan irreales como la propia realidad que no siempre admitimos como propias. Miedo; miedo a creer lo que creemos ver. En un mundo donde el valor de una mirada no sobrepasa al de un simple pestañeo, he de enfrentarme ya no contigo sino conmigo misma para salir de un laberinto que, cada vez más sinuoso, me acorrala en un punto sin salida.
Contemplar el cielo siempre será un alivio; agua pasando por mi garganta...
Quizás y sólo quizás deba ser consciente del dolor antes de dibujar la felicidad en mi vida. No lo rehuyo; lo acepto, pues es lógico pensar que en la comparativa está el sentimiento.
Duele sentir el dolor cuando sabes de la existencia de la alegría; duele pero reconforta: "ella" está y sólo has de querer encontrarla para comenzar la búsqueda.

Cuando por las noches, cuerpo tendido a la luna, cierro mis ojos... ¿qué puedo ver? Oscuridad, luz, tinieblas... Ni siquiera protegiéndote de la verdad puedes escaparte de ella. Así pues, "ella" es y está. Me sé cobarde y débil para afrontar con credulidad algunas de las asignaturas del día a día. Tan sólo soñando creo ser real y, al abrir los ojos, mi mirada ha de clavarse de nuevo a lo insustancial.
Pero no me quejo.
Siendo fiel a la disciplina de lo pragmático, sabré cribar el gris que esconde el negro y el blanco que subyace en el gris. Paso a paso, mis pasos, me conducirán a la luz y al equilibrio emocional, y será entonces cuando comprenderé que lo sufrido en el camino sea probablemente el único recuerdo que me robará una sonrisa. La paradoja es una máxima en mí del mismo modo que el oxígeno al aire. Aire. Cuando no puedas respirar, valorarás cada molécula de vida que te rodee en una estampa de terrible claridad. Allí está y sin embargo... tú no lo puedes tener.

Escapemos del destino si de verdad su existencia es materia de empírico estudio y razonamiento. Huyamos de la cola y nademos; nademos en el mar, nademos en el aire y en la tierra... respiremos el agua de la tierra, el aire del mar...
Donde queden tus ilusiones perecerán tus esperanzas. Si te cansas de latir, espera. No todo está perdido aunque de tu lado ya no haya comodines. Cambia los trazos de tu cuento, reinvéntate cada día; sé tu creador y... alza la vista a aquel horizonte que creíste no poder alcanzar.
Si la tinta cae sobre el papel, crea emociones.
Si me miras, me creas confianza.

Cuidar es resolver problemas. Bañarse en las respuestas humanas... Conocer, entender, sentirme un ser y no una creación.

Pecaría de utópica si no fuese por la escasa relación que mantengo con la realidad. Yo vivo así. Las nubes se mueven y crean formas: un cisne, un árbol, un corazón, un pájaro. Si me centro en ver lo inmaterial de la materia, sé que mi vida girará como lo hace una pluma al contacto con una ráfaga de viento.
Quiero dejarme llevar, pero no quiero hacerlo hasta estar segura de que "eso" que me guíe, sea movimiento sin ser movido. Esa es mi búsqueda; seguirle los pies a "ella"
Y quién es ella... sino la VERDAD.

Siempre quieta y bonita. Se abría y se cerraba al Sol.
Un día, uno de ellos cayó. Se dio cuenta cuando vio desde el suelo la flor, de que coronando su cuerpo era hermoso. Creyó que, alimentando la tierra, tirado en el suelo, un pétalo ya no tendría valor... sin comprender que su belleza estaba en él y que no era consecuencia de su función.
Los demás pétalos, altos y juntos, jamás podrán entender lo que son hasta que, como él, vean la verdad desde lo más bajo de su naturaleza: la raíz del destino.



Natalia G. Raimbault ©

Centrípeto

Pensemos un sueño sin importarnos la utopía. Pensemos en una sensación, en un acto, en un cuento, una casa... y pensemos en sus partes
Vemos en grande porque almacenamos la generalidad. Los detalles se nos escapan desde el mismo momento en el que creemos entender "algo". Una flor no son pétalos, estambres, polen, tallo... es una planta; sólo un componente más del extenso reino vegetal. Una persona, por la misma regla, no es un agregado de sentimientos, ideas e ilusiones, sino un simple cuerpo.
Parece cómodo ver como un todo la suma de sus partes, pues ahorra capacidad mental cognitiva; te ahorras espacio pero desechas sensaciones.

¿Qué he sentido cada vez que le he tomado el pulso a un paciente? ¿Tengo a un paciente taquicárdico, bradicárdico, arrítmico, rítmico, normal...? No. Tengo a una persona VIVA. Tengo entre mis dedos índice y corazón 70, 80, 100, 200, no importa cuántos latidos de un corazón que ha vivido historias y sentido sus pasos.
Podríamos intentar ver las partes de las cosas, las entenderíamos mejor. Se me haría complicado comprender el funcionamiento de un reloj adentrándome en sus engranajes, pero mi esfuerzo me condecoraría con conocimiento y saber, y no con simple opinión. Tic tac. ¿Tic tac? Quiero saber el origen de ese sonido...
Quisiera hacer ver mi forma de vivir la vida. Salgo a la calle y todo son como muñecas rusas, una dentro de la otra en lo que visualmente era una sola... Un árbol puede ser un ser vivo más, pero si cuento los anillos de su tronco, sabré su edad.

Así deberíamos ser nosotros y entre nosotros. Ver a alguien y analizarle ya sea para maravillarte o 
para salir corriendo. No podemos pretender sacar la esencia de una persona en un simple vistazo; eso sí resultaría altamente utópico. Si somos tan fieles a la realidad, apliquémonos el cuento. Cada día es un cuento que contar, un escenario que habitar. Por qué nos quedamos con lo que nos ofrece la vista del prejuicio... si ve menos que un gato de escayola decapitado... No somos conscientes de lo que somos, de eso estoy segura. Quizás esto que escribo y que parece un texto, tan sólo sean cientos de letras. Por lo visto, el todo se ve según se entiendan sus partes; demostración de la necesidad firme de adentrarnos en las fuerzas centrípetas que atraigan nuestra órbita general al punto concreto.



Ir de la parte al todo es relativamente fácil; se trata de juntar las piezas y crear el rompecabezas final. Una serie de pasos que secuencialmente te darán el resultado. Está chupado.
Ahora, dame un dibujo y pídeme que lo corte en 1000 piezas que casen perfectamente entre sí, a ver si lo que sea que debe estar, está tan chupado...
Está claro, es más fácil contar de 1 a 100 que de 100 a 1 (no lo pruebes, que la vida es corta).


Soy joven, pero siempre he pensado (desde que descubrí que pensar era oírme sin haber hablado) que vivir era más que nacer, moverse y morir. Llegar al meollo de esto lo creo imposible en un plazo medianamente vital, así que me conformo con intentar destapar cositas. Lo que sé hasta ahora es que la vida es un juego, que nadie gana y que cercanos a la muerte, sería más fácil hacer el puzzle ese de antes que volver sobre tus pasos...
El juego para mí consiste en descubrir cosas. Cuanto más revelas, más sabes y te entretienes en el camino: a mayor conocimiento, menores riesgos; a mayor distracción, más lejanía a la guadaña.


Una forma divertida y pragmática de entender una vida que ni es cómica ni resulta útil.
Fuera alegorías, seamos más introspectivos. En cada cajita de tu cabeza puede haber miles de ellas más pequeñas, en las que quizás podrías guardar... los pequeños detalles.
Un pétalo, un estambre...


Natalia G. Raimbault ©

Gallinitas ciegas

Cuando yo sea feliz, haré feliz a los demás. Así se piensa ahora. Ayudar en estos tiempos es residual; no acto sino condición. Pareció ser que ser altruista debía reunir ciertos parámetros de ¿humanidad?, pero no; no nos engañemos: en este siglo, en este mundo, en esta alcantarilla de ratas con corbata, ser solidario no dista demasiado de ser limosnero.
Si te sobra pan, quizás des pan. Hasta entonces, prefieres ser bondadoso/a con tu estómago. ¿Es así?
Qué es, pues, la mutualidad... Si el dar por dar ya no se estila, ¿por qué nos llamamos "seres HUMANOS"? La humanidad quedó tan lejos que ni el concepto logra encontrar su significado. Las personas, la gente o el rebaño (llámalo "x" si te sientes oveja y te ofendes) prefieren recoger semillitas para SU supervivencia. Ya veis, ni siquiera las hormigas que tan poquito nos daña la pizca de conciencia que nos queda (busca con lupa) aún, hacen las cosas tan egoístamente.
He de suponer que la inteligencia todavía no ha abandonado este mundo, pues en su esencia está ser curiosa... He de pensar, por tanto, que en cierto instante alguien se levantará por la mañana y se percatará de lo poco social que es la sociedad.
Si la vida en grupo no es razón suficiente para la cooperación (empatía, altruismo, beneficencia, tolerancia, respeto y todas esas palabras que sólo sirven para rellenar huecos vacíos en diccionarios apáticos), es probable que la anomia se acabe abriendo paso.

En un mundo en el que las puertas al libre albedrío están tan abiertas, no es de extrañar que surja la perspectiva del intrusismo. Yo me valgo para esto, yo puedo hacer tal cosa, yo sé lo que pasa, yo... yo... yo.
La ayuda cuesta tanto que pedirla da vergüenza. El orgullo ganó a la humildad hace demasiadas civilizaciones. Los vestigios de esto que digo puedes verlos dando dos pasitos fuera de casa y, si me apuras, hasta dentro de la misma. Los lazos familiares ya tampoco son excusa para casi nada, herencias aparte, claro. Para poner la mano todos somos hermanos; para darla...
La cuestión es que damos de lo que sobra y no de lo que falta.

A veces me cuestiono si realmente pensar duele. En serio, puede que haya gente neuronalmente 
sensible a la muerte súbita, no sé. Células nerviosas desbocadas ante cualquier amago de funcionalidad, obligadas a existir con un "por" pero sin un "para". 

¿Tanta maldad se ha extendido ya como para no caer en la cuenta de que tu vida depende de la vida de otro? ¿De verdad podemos creer que somos autosuficientes?
Créete el ombligo del mundo y pide que te traigan una pizza a casa. Quizás podrías ser realmente independiente si te bañases en lucidez y te frotaras esas costras de estupidez con no menos que amoniaco.

Piensan por ahí que depender de otros equivale a no ser libre. Yo me pregunto sin embargo qué de libertad reside en estar solo.
Como una musa poética, la realidad es tan escasa como abundante (y además creciente) la mentira. Hasta para regalar se necesitan avales hoy en día. Claro, no vaya a darse el caso de que esa persona no agradezca tu "regalo" con un obsequio mayor... Quita, quita.
¿Se puede saber en qué idioma se escribió el protocolo para ser buena persona? Es que nadie lo entiende o... ¿será que nadie lo "lee"? Como diría un filósofo griego que ahora no recuerdo (NOTA PARA EL FUTURO: el saber ocupa lugar...): "sólo sé que no sé nada". Y no se equivocó.
La base para ser, para querer y para entender, es dejar de ser, querer querer y, como no, comprender que no entiendes.
Empezando de 0 podrás llegar al 1 con dignidad. Desde cualquier otra posición, restarás puntos.

Disertaciones sobran sobre muchos temas, y hormiguitas con fustas también. Pero soy joven y quiero creer que cuando algo está tan sumamente torcido... al final acaba por retornar a su estado originario. Dicen que el Universo (amiguito mío) es curvo, ¿no?
La cuestión es saber si lo innato en nosotros es de índole bondadosa o previsiblemente todo lo contrario...

Una venda en los ojos puede ser divertida, cómoda e incluso sensual en según qué momentos... Una venda macrosocial hace del que puede ver, un auténtico espécimen social...



Natalia G. Raimbault ©

Mariposa sin alas: gusano.



Como las sombras. Como cuando pasas frente a un espejo y sin detenerte alcanzas a ver materializada tu fugacidad. No sabes lo que significa un momento hasta que sobreviene con el tiempo en tu mente. Procesamos ideas, añadimos conceptos, nombres, etimologías incoherentemente conexas... y dibujamos nuestros recuerdos.
Es bonito cuando evocas un instante feliz, ¿verdad? Incluso te es inevitable abrirle la puerta a esa tímida sonrisilla que juega con la comisura de tus labios. Ya no estás sintiendo el estímulo que te hacía sentir bien pues ya no existe, ya pasó. Quedó formando parte como uno más de los eslabones de tu cadena de vida y, sin embargo, cuando recuerdas... logras sentir.

Poderosa es la mente. Nadie sabe dónde descansa, cómo trabaja, qué misión tiene ni qué pretende, pero eso no nos impide abrazarnos a ella como un niño a un suave peluche nuevo.
Nos ayuda a sobrevivir proyectando sentimientos que un día nos alegraron y que hoy quizás no existan. También nos hace fuertes; no todos los recuerdos son agradables a nuestro retener. Es, por decirlo de alguna manera en la que yo misma me entienda, una medida protectora; como una vacuna... emocional. Vivir momentos duros te inmuniza frente a un nuevo acontecimiento de índole similar.
Existe el peligro colectivo de que aquellas personas que sufren y sufren constantemente, acaben por desarrollar una especie de apatía o anestesia sensitiva- espiritual tan grande, que ya no sólo evite que pueda hacer feliz a otros sino que más al contrario les conduzca a fomentar una reacción de rechazo al afín que derive finalmente en daño en cualquiera de sus grados de medición.

De un modo u otro, puedo ver la doble cara de la moneda mnemotécnica: la memoria ayuda y perjudica. Te hace volar y caer, caer y volar. Ella actúa sola; autónoma a tu somático pensamiento. Un olor o unas vistas pueden ser suficientes para activar el "encendido" del recuerdo...
La balanza calibra el resultado positivo o negativo de la diferencia entre la memoria grata e ingrata. Yo me pregunto si aquéllos que suelen obtener una conclusión negativa (etiquetados socialmente como depresivos, distímicos, pesimistas, apenados, melancólicos...), son capaces de dar lo que ellos no son capaces de rememorar.

Empiezo a ver una correlación importante entre el lado oscuro de la humanidad y la repercusión emocional del resto para con ellos. Me explico: cuando nuestro comportamiento con la gente es poco mutualista y no buscamos incrementar el autoestima o amor propio de las personas, lo que conseguimos es moldear personalidades dolidas, gente permanentemente pendiente de un hilo que como el péndulo de un reloj, les va llevando de la soledad a la agonía sin detenerse nunca el tiempo suficiente como para hacerse a ninguna de las dos vidas. Gente triste que sólo logra ver en sí misma la bocanada de aire que tanto necesitan para sobrevivir.
No se aferran a nada ni a nadie pues de todo y todos desconfían; no tienen recuerdos amables, y la prevención al dolor empieza a hacer de ellos seres insensibles que no pueden dar un abrazo cuando ellos nunca lo recibieron antes. No tuvieron el estímulo y por consiguiente, su memoria no lo archivó como respuesta a nuevas situaciones que requieran amor o cariño. Aprendieron de lo que vieron. Y sus caminos empezaron a disolverse.
Sólo son capaces de vivir por ellos mismos independientes al efecto de sus pasos en los caminos de los demás.

Conclusión: ¿no deberíamos cuidar más el desarrollo emocional de las gentes? ¿No tendríamos que adoptar todos un rol más "materno" a la hora de tratar con alguien?
El egoísmo es más nocivo de lo que ya se hacía contemplar. Fomentar la impasibilidad es como talar árboles: un día, el horizonte te hará llorar.
Cada persona es una nueva oportunidad y no deberíamos ser tan estúpidos y egocentristas como para dejar pasar tantos trenes cargados de ocasiones favorables para actuar BIEN en la vida.

Si afortunadamente tenemos recuerdos alegres, apoyémonos en ellos para crear unos nuevos en los demás. Si ya tienes la mitad de tu vaso lleno, espera a llenar la mitad de otro que esté vacío para acabar de llenar el tuyo... Es bonito, ¿no? Ayudas y haces un bien comunitario. Tenemos que ser conscientes de que la interrelación humana nos permite actuar en una muestra y a pesar de ser limitada, poder llegar a una extensa concentración. Es la magia de la unión; uno a uno, se llega al máximo... Y ahí llegamos, con esa premisa final, al problema que subyace en que estemos como estamos y nos vaya como nos va: creemos que para cambiar las cosas hay que cambiar el mundo, pero no... Hay que cambiar a las PERSONAS.

Mi balanza es positiva hoy por hoy, y mi vaso está medio lleno.
Si te puedo ayudar...

Es la actitud.


¿Y sabéis que es lo más bonito y generoso que podemos hacer? No esperar siquiera a tener un vaso que llenar nosotros, para ayudar a colmar el suyo a otro.





Natalia G. Raimbault ©



Nacer

Te sientes débil cuando miras alrededor. Eres pequeña e insignificante ante las miradas de la gente. A veces piensas si valdrás más que un simple chicle pegado en el suelo, y te entran ganas de escapar sin saber adónde. Sólo huir sin mirar atrás, pensando en los pasos que te faltan y no en los que dejas tras de ti. Sin embargo no puedes hacerlo, pues cual pez en estrecha pecera, chocas contra la realidad; límites inquebrantables que te absorben para luego escupirte y devolverte al pozo del que pretendías salir.

Cómo se huye del ser; cómo de mi propia existencia. Me pregunto tantas veces quién soy... qué hago aquí.
Cuando mis ojos ya no encuentran lágrimas en las que seguir bañándose, cojo lápiz y papel. Lloro cuando escribo como lloré al nacer: por necesidad.
Sentirse tan minúscula que en cada letra puedas habitar... pequeña e invisible. En cada palabra mi cuerpo abraza mi mente y se unen por siempre una primera vez, porque no hay recuerdos entre el espíritu y la razón. Mi alma sigue sintiéndose objeto cautivo en cuerpo cruel, y éste, sólo sabe arañar, 
morder y... rugir. 

No así cuando dibujo palabras; sentimientos que se deslizan solos, mente que se impone sobre dedos sumisos y ojos encendidos. Logra agotarme sentir.

Qué le hago para soportarme. Dónde está mi explicación existencial.
En ocasiones desearía volver en el tiempo y verme nacer; sentir cómo llego al mundo, a la vida, sin apenas intuir lo que era y sería. Quisiera tocarme, acariciar mi cara de bebé y secar mis primeras lágrimas; ésas que nunca volverían a ser tan puras sobre mis mejillas.
Imagino reconciliarme conmigo misma y mirarnos "ambas" a la cara sin conocer que nos conocemos; yo conmigo sin saber quién soy. Encontrar... una razón para querer andar sobre piedras afiladas. Sentirme madre... madre de mí.

No seré yo nunca; me cuesta respirar. Corro hasta los límites y choco contra la realidad una y otra vez, para volver de nuevo atrás. Duele tanto saberse encerrada que dejas de coger impulso en tu propósito por escapar. Ya no corres, andas; no sientes, piensas.
Un día te das cuenta de que vivir se basa en buscar salidas sin comprender que todas ellas al conducirte al exterior te están llevando a la muerte. La piel no sabe atravesar esa barrera y queda en vida, descompuesta sin alma al fin. Tu sentir, sin embargo, vuelve a ser sin ser, a flotar sin consciencia de sí mismo.

Así vine a la vida. Entré y me puse un disfraz. Ahora ya podría pensar y conocerme, tocar y tocarme. Pero empecé a sufrir, a sentir dolor, a llorar, a buscar esas salidas, a chocar y caer, a gritar. Empecé a morir sin saber aún que estaba viva.

De pequeña era débil y cobarde. Bebé que no quería dormir y pedía atención. Mi corazón latía fuerte y capaz.
Ahora, soy mujer, y no soy fuerte ni valiente. No descanso, lloro y pido atención... Ya no oigo mi corazón, y me siento incapaz... de todo.

Sigo siendo igual de frágil; nunca cambié. Únicamente tengo conciencia de lo que me rodea y de mí misma, simplemente es eso. Insignificante soy.



Natalia G. Raimbault ©
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